PIEL DE OSO
Piel de oso
Realizado por: Percy Gutiérrez Quilca
Érase una vez, un joven
campesino que se encontraba extraviado en medio de un bosque. Después de mucho
caminar, el jovenzuelo se encontró a orillas de un río con un duende muy
simpático.
“Buen día, joven. Si matas a ese oso detrás de ti, no quedará
duda de lo valiente que eres” le dijo el duendecillo y señaló hacía unos
arbustos donde se escondía un oso aterrador. El joven, sin dudarlo, mató a la
bestia rápidamente y regresó hacia el duende. “Ahora debes llevar esa piel
durante tres años. Si no te la quitas en ese tiempo, te regalaré un morral
lleno de oro que nunca podrá quedar vacío”.
El campesino aceptó sin dudarlo, y se marchó del lugar
disfrazado de oso. Sin embargo, en todos los lugares que visitaba era
rechazado, y los hombres salían armados a su encuentro y le espantaban con
pedradas. De tanto huir espantado, el joven campesino disfrazado de oso logró
hallar refugio en la choza de Ilse, una muchacha radiante y bella que tuvo
compasión del oso y le protegió desde entonces.
“¿Quieres casarte conmigo, hermosa Ilse?” le preguntó un buen
día Piel de Oso, porque así le llamaban al campesino. “Estaré encantada de ser
tu esposa, pues tú necesitas de alguien que te cuide” le respondió la dulce
muchacha sin pensarlo. Desde ese momento, Piel de Oso deseaba que el tiempo
pasara volando, para poder quitarse el disfraz y cumplir así su promesa al
duende.
Transcurridos tres años, el muchacho salió en busca del duende
para obtener su recompensa. “Qué bueno es saber que no has fallado a tu parte
del trato, jovenzuelo” exclamó el duendecillo al verle y le mostró a Piel de
Oso un morral lleno de pepitas de oro. “Aquí tienes lo prometido, un morral que
siempre estará lleno de oro”.
El muchacho, con una alegría inmensa, regresó a casa de su amada
Ilse, la cual se encontraba llorando desconsolada la pérdida de su prometido
Piel de Oso. Al ver al campesino entrar en su choza no le reconoció, y cuando
este le pidió casarse con ella, la hermosa Ilse se negó completamente, pues
sólo se casaría con su amado Piel de Oso.
“¿Acaso no reconoces el amor en mis ojos, querida Ilse?”
preguntó el joven, y fue entonces cuando se abrazaron profundamente y
decidieron casarse en el instante. Desde entonces, vivieron felices y repartieron
el oro entre los más pobres.
PIEL DE OSO
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